Francesc Pintado i Simó-Monnè
Miembro de Massèna Society
Miembro de Le Souvenir Napoléonien (Société française d'histoire Napoléonienne)
Miembro Associació Setge de Tarragona 1811
Cañón de a 24 libras fabricado en Carron (Escocia) ubicado en una de las troneras de nuestras murallas
Introducción
Desde muy pequeño los paseos con mi abuelo Rafael por las murallas de Tarragona despertaron
en mí una incógnita referente a aquellos pesados cañones instalados en las
troneras de las murallas de nuestra Ciudad, mis preguntas eran contestadas por
mi abuelo que me explicaba que aquellos tubos habían sido reutilizados como
noray o bolardo enterrando dos tercios de su longitud en el puerto de nuestra
Ciudad con el fin de que sirvieran como amarre para buques.
Los años pasaron y acordándome de aquellos paseos y escasas explicaciones
procedí a realizar un estudio sobre los cañones de baluarte de Tarragona.
1 - Fundición de cañones
El inicio de mi investigación me llevó a las únicas fundiciones españolas
que fabricaban cañones de hierro fundido para la marina y para la defensa de
nuestras Plazas Fuertes, la Real Fábrica de Cañones de Artillería de Liérganes
y La Cavada, ambas construidas durante el primer tercio del Siglo XVII.
La construcción de estos primeros Altos Hornos representa para España la
incorporación, aunque tardía, de España a la tecnología de fundición de grandes
masas de hierro colado destinadas prácticamente en su totalidad a la
fabricación de artillería.
La elevación de la temperatura por encima de la fusión del hierro (1535ºC)
gracias a la incorporación de la energía hidráulica que permite la utilización
de grandes fuelles conjuntamente con el tamaño y forma de los hornos al
permitir la carga continua y por capas de mineral de hierro y carbón vegetal de
forma que el calor se reparta de forma bastante uniforme, obteniendo coladas de
hierro de manera más o menos continuada a lo largo de varios meses que dura una
campaña de fundición.
Todo estaba claro para mi y realicé mi estudio basándome en todo el material
recopilado en relación a lo anteriormente expuesto, basando mi investigación en
la creencia cierta de que las piezas que defendieron nuestra Ciudad eran de
fabricación española, evidentemente sin saber que estaba completamente
equivocado.
Meses después visité de nuevo nuestras murallas con el fin de confeccionar
un nuevo trabajo, ésta vez dedicado a las cureñas que sostenían nuestros cañones.
Mientras tomaba medida de las cureñas reproducidas en los años ‘60 me dí cuenta
que algunos de los cañones que todavía conservaban digamos intactos sus
muñones, presentaban grabada una C coronada, de momento no le dí
importancia y lo asimilé como marca de la Fundición de la Cavada.
Al llegar a mi casa aquella C coronada no dejaba de dar vueltas
por mi cabeza y quise corroborar en mis archivos que efectivamente aquella C
fuese lo que en principio yo creía que era, pues bien no, no pertenecía ni se
parecía a las siglas de la Real Fábrica de Artillería de la Cavada. Un nuevo
reto se me presentó, averiguar de donde procedía semejante marca.
Atribuí en
principio que podría tratarse de fabricación catalana ya que esta marca aparece
en pistolas y mosquetones fabricados en Catalunya bajo la corona española, pero
tampoco me cuadraba ya que en Cataluña solamente se fundían piezas de
artillería de bronce y la única Fábrica siderúrgica que trabajaba con hierro
colado como materia prima en Cataluña era la de San Sebastián de la Muga en la
Provincia de Girona, que solamente fabricaba municiones ya que por no disponer
de un segundo alto horno, ello no le permitía la fabricación de piezas de
artillería por necesitar para ello de una segunda colada.
Sentía impotencia
de no poder dar significado a la marca del cañón de nuestras murallas, pero no
me di por vencido. Al poco tiempo de consulta de innumerables archivos sobre
artillería naval di con un documento firmado por Don Juan Torrejón Chaves,
Profesor Titular de la Universidad de Cádiz que habla de la compra de unos
millares de piezas de artillería para marina o baluarte a la Fábrica de Carron
en Escocia.
Después de leer con atención el trabajo del mencionado Profesor llegué a la
conclusión de que aquella C coronada era el anagrama de la Compañía y Propietarios de las Fundiciones y
Obras de la Ciudad de Carron en el Reino de Escocia.[1]
Revisé los archivos de la Real Fábrica de la Cavada con el fin de averiguar
el por qué de mi hallazgo, por qué los cañones de Tarragona eran escoceses y no
españoles.
El resultado de mi búsqueda me lleva a 1763, año en que los altos hornos de
Liérganes y La Cavada pasan a ser propiedad de la Real Hacienda al ser
rescindida la contrata existente con el Marqués de Villacastel, explotador
hasta aquel año de aquellos Altos Hornos santanderinos. La estatalización de
los altos hornos conllevo la modernización del proceso de fabricación cuya
innovación tecnológica representaba el más moderno método de fundición en
sólido con moldes de barro del cañón de hierro y su posterior torneado y
barrenado.
Los nuevos cañones son suministrados al parecer sin ningún tipo de problema
hasta que a finales de 1771, dos cañones santanderinos fundidos en sólido
revientan. Ello provoca a los pocos meses que todas las piezas de artillería
fundidas en sólido procedentes de la Real Fábrica fuesen sometidas a las
pruebas de ordenanza, el resultado fue estremecedor: de una cifra que se
acercaba al millar y medio de cañones, el 80% o reventaban o presentaron
defectos tan graves que los hacían inútiles para el servicio.
Para ser aceptadas las piezas de artillería, se efectuaba por la Armada un
reconocimiento exterior e interior de las mismas y efectuaban una doble prueba:
de fuego y de agua.
En consecuencia y ante el desabastecimiento existente, se pensó entonces en
recurrir a aprovisionarse de la fábrica escocesa de Carron de la cual ya existían
varios ofrecimientos de suministro de cañones desde Enero de 1769. En Marzo de
1772, conocedores del problema los británicos hacen una nueva oferta cifrando
el precio del quintal castellano a 75 reales de vellón, de los cuales 15,5
reales correspondían a los gastos de transporte desde Escocia hasta Cádiz,
atendiendo además que la mencionada Fábrica escocesa se veía obligada a
elaborar nuevos moldes, según modelos españoles.
La bonanza de las relaciones hispano-británicas en esa época propició el
necesitado abastecimiento de cañones.
Escudo esculpido en piedra de "CARRON COMPANY"
Según la investigación del Coronel de Artillería de Estado Mayor Don
Fernando Gil Ossorio, basada en la documentación existente en el Archivo
General de Simancas, dice:
Calculándose en 2.200 los cañones
que se precisaban -842 de a 24, 492 de a 18, 436 de a 12, 220 de a 8, 120 de a
6 y 90 de a 4-, se aprobó en Julio de 1773 la contrata con la Compañía
Escocesa. En el acuerdo ésta se obliga fundamentalmente a fundir hasta 60.000
quintales anuales de cañones de hierro,
en hueco y conforme a los diseños, calibres y naturaleza que exigían las
Reales Ordenanzas. Las entregas se efectuarían en puertos españoles trimestral
o cuatrimestralmente -por cuenta y riesgo del vendedor-, debiendo someterse las
piezas a las pruebas practicadas por la Marina, que desecharía los cañones que
no las superasen, devolviéndolos para que fuesen reemplazados.
En contrapartida, la Compañía de
Carron recibiría 72 reales de vellón por cada quintal de las piezas de cañón, y
42 de la misma moneda por el quintal de proyectiles, cuyos pagos se deberían
efectuar en Londres: comprometiéndose también los españoles a realizar las
pruebas de recepción con la mayor prontitud –a ser posible en los dos meses
siguientes a la llegada del buque con el cargamento-, y a aceptar una serie de
tolerancias que se presentasen en las piezas relativas a sus diámetros,
dimensiones, pesos y oquedades. Los fundidores quedarían exonerados de cumplir
con lo pactado si el Gobierno británico ordenase impedir “la extracción por
motivo de guerra u otra razón de Estado”.
Gil Ossorio nos refiere el número
total de cañones que llegaron a España desde Escocia (4.498), y los que fueron
finalmente aceptados (3.132), detallando sus respectivos calibres: 1057 de a
24, 701 de a 18, 36 de a 16, 539 de a 12, 395 de a 8, 174 de a 6 y 230 de a 4,
cuyas últimas piezas desembarcaron el El Ferrol en Mayo de 1778; pagándose por
ellos en total, 9.038.468 rs. Vón. Y 29 mrs. Proyectyles no se adquirieron.
Por Real Orden de 7 de julio de 1781, las Fábricas de Cañones de Liérganes
y La Cavada pasaron a ser dirigidas por la Armada. Otra Real Orden de 10 de
Agosto siguiente abolió el método de tornear y barrenar cañones, volviéndose al
viejo método de fundición en hueco con moldes de arena. Y dos años más tarde
–el 3 de Mayo de 1783- se estableció el Reglamento para el régimen de gobierno
de estas fundiciones, que estuvo vigente durante un período de tiempo muy
largo, aunque con ciertas adiciones. En 1795 las Fábricas de Liérganes se
abandonaron.
Resultaba obvio que los marinos españoles del momento recelaran de la
fundición de hierro en sólido, que exitosamente se desarrollaba en las Fabricas
Artilleras de Barcelona y Sevilla. Y una vez establecido el viejo sistema, las
que se efectuaron proporcionaron piezas en las que no se advirtió la fragilidad
de las precedentes. Se fue logrando una artillería consistente y de mejor
aspecto que la anterior.
La fragilidad manifestada por los cañones fabricados en Santander desde el
año 1763 por el método de fundición en sólido con moldes de barro –y su
posterior torneado y barrenado-, y el restablecimiento de la fundición en hueco
con moldes de arena en 1781 nos puede llevar a pensar que en la Armada surgió
una actitud conservadora ante el avance tecnológico (a tal opinión coadyuva el
que los cañones solicitados a Carron lo fuesen fundidos en hueco). A este
respecto debemos tener en consideración que fue la nefasta experiencia propia
lo que condicionó el proceso, y aun así nunca se abandonó la idea de lograr
resistentes cañones fundidos en sólido. Los marinos del momento sabían
sobradamente que el mejor modo de conseguir un ánima colocada perfecta y
concéntricamente en las piezas era mediante el barrenado (cosa que ocurría
rarísimamente en la fundición en hueco): conocían el buen uso que de los
cañones fundidos en sólido hacían otras marinas, en particular la inglesa; y
advertían que las piezas fundidas en sólido presentaban menos cavernas, y eran
más densas y compactas exteriormente.[2]
2 - Moldes, tipos de fundición, barrenado y probado
Los moldes eran fabricados en arcilla, arena o barro y enterrados en vertical, debajo del conjunto de fundición para recibir el colado de hierro que los llenara.
La fundición de las piezas podía ser en sólido o en hueco:
- En sólido carecían de ánima, ésta era barrenada posteriormente.
- En hueco el ánima se hallaba integrada en el molde, posteriormente se procedía a su rectificación mediante barrenado con el fin de dejar el ánima completamente cilíndrica eliminando así las impurezas de la fundición.
En ambos casos se torneaba exteriormente cada una de las piezas producidas.
El barrenado podía hacerse en vertical o en horizontal
Conjunto tradicional para barrenado de cañones en posición vertical
Máquina para el barrenado horizontal de cañones inventada por John Wilkinson en Inglaterra - circa 1775
Una característica del proceso de fabricación era su falta de homogeneidad en el producto, causada por la dificultad de controlar los fenómenos físico-químicos de la colada y
la precisión del mecanizado. Hasta bien entrado el siglo XIX no existió una normalización en la calidad de los cañones que permitiese aplicar un método estadístico a las
pruebas de recepción. En consecuencia, cada uno de los cañones era inspeccionado
con un protocolo muy extenso.
Rovira nos ilustra sobre las pruebas de recepción que se realizaban en España
y cómo eran muy similares a las que se realizaban en Francia e Inglaterra.
Resultaría prolijo realizar una descripción del protocolo de pruebas del cañón,
pero para dar una idea al lector de su rigor, examinemos los aspectos más importantes.
La inspección comenzaba con un extenso control de calidad dimensional del cañón, tomando como norma la Ordenanza con la que se había fabricado, con especial atención a la verificación del plano de muñones, centricidad del eje del ánima, calibre, fogón y espesores en los diferentes cuerpos.
Seguidamente se procedía a verificar la calidad de la fundición. La prueba del sonido era determinante; un oído experto, escuchando el sonido producido por golpes metálicos, podía descubrir un fallo interno en la fundición.
La inspección comenzaba con un extenso control de calidad dimensional del cañón, tomando como norma la Ordenanza con la que se había fabricado, con especial atención a la verificación del plano de muñones, centricidad del eje del ánima, calibre, fogón y espesores en los diferentes cuerpos.
Seguidamente se procedía a verificar la calidad de la fundición. La prueba del sonido era determinante; un oído experto, escuchando el sonido producido por golpes metálicos, podía descubrir un fallo interno en la fundición.
Un aspecto esencial del protocolo de pruebas de aceptación, por sus repercusiones para el servicio de la pieza, era la inspección del ánima. La uniformidad cilíndrica determinaba la vida útil del cañón, y el grado de acabado su seguridad operativa.
Uno de los defectos que más incidían en la seguridad del manejo eran los "escarabajos"; las hendiduras en el ánima. Los "escarabajos" eran particularmente peligrosos
cuanto más cerca estaban de la cámara de la caña, ya que en este caso existía la
posibilidad de que quedasen en ellos rescoldos del disparo y, si no se pasaba la lanada
minuciosamente, podía producirse la ignición del cartucho de pólvora al cargar. Esto
tenía, por añadidura, un efecto operativo muy negativo, ya que tener que pasar la
lanada en cada disparo reducía la cadencia de disparo del cañón.
Distintos artilugios eran necesarios para el reconocimiento del ánima: Crucetas para la comprobación del cilindro del ánima, un candelabro para iluminar interiormente el ánima, "gatos" para descubrir los escarabajos y el "topo" que era una herramienta más sofisticada para reproducir el perfil de una generatriz del cilindro del
ánima.
La etapa final de la aceptación era el tiro de resistencia y la posterior prueba
hidráulica. Éste fue también uno de los capítulos sujetos a controversia dentro de la
comunidad artillera, sobre todo en lo referente a la cantidad de pólvora que había que
utilizar en la prueba. La carga de proyección estándar de combate en la segunda mitad
del siglo era aproximadamente un tercio del peso del proyectil, y la que se usaba para
el tiro de resistencia era del mismo peso que la bala. Algunos autores argumentaban
que este tipo de tiro era una prueba que podía causar fallos ocultos que repercutieran
en la seguridad y en la vida útil del cañón.
En esta prueba el cañón se fijaba en una fosa y de esta manera se realizaba el
disparo. Inmediatamente después del disparo se tapaban el fogón y la boca y se observaban posibles escapes de gases a través de posibles defectos en la fundición. El
examen final consistía en una prueba hidráulica. (10)
3 - Proceso de fabricación
El proceso de fundición de piezas de artillería de hierro era continuado desde Mayo hasta Octubre y se realizaba como sigue:
Desde la parte superior de los altos hornos, que se encontraba al mismo nivel que la carbonera se iba cargando la cápsula, primero solo con carbón vegetal, para después de transcurridos varios días y una vez alcanzada la temperatura deseada, añadir alternativamente capas de carbón y mineral de hierro (A).
El carbono del carbón vegetal arrebataba el oxígeno al mineral de hierro, el cual se iba depositándo en el fondo de la caldera al tener una mayor densidad.
En la parte inferior del horno existían una toberas por donde se forzaba la entrada de aire mediante unos grandes fuelles accionados por mecanismos hidráulicos (B).
El aire insuflado favorecía la oxigenación y con ello la combustión.
En el crisol del horno se encontraba un orificio por el que fluía el arrabio cuaando se sangraba el alto horno y se dirigía al foso en el qque se hallaba enterrado el molde de la pieza de artillería (C).
Encima de esta abertura , pero debajo de las toberas, había otra boca por donde salía la escoria de menor densidad que el hgierro (D)/9
4 - Marcas y punzones
El carbono del carbón vegetal arrebataba el oxígeno al mineral de hierro, el cual se iba depositándo en el fondo de la caldera al tener una mayor densidad.
En la parte inferior del horno existían una toberas por donde se forzaba la entrada de aire mediante unos grandes fuelles accionados por mecanismos hidráulicos (B).
El aire insuflado favorecía la oxigenación y con ello la combustión.
En el crisol del horno se encontraba un orificio por el que fluía el arrabio cuaando se sangraba el alto horno y se dirigía al foso en el qque se hallaba enterrado el molde de la pieza de artillería (C).
Encima de esta abertura , pero debajo de las toberas, había otra boca por donde salía la escoria de menor densidad que el hgierro (D)/9
4 - Marcas y punzones
Muñón izquierdo: 8 (mes de fabricacion: Agosto) - 189 (número de control) - CARRON (nombre de la Fábrica escocesa) - 1774 (año de fabricación de la pieza)
La importancia que representan el punzonado y las marcas
que llevan los cañones de nuestra Ciudad es el idioma con que estos tubos nos
transmiten su historia.
Gracias a la lectura de estos punzones y marcas, podemos
situar con exactitud el periodo de fabricación y las personas que intervinieron
en su fabricación, fabricantes, controladores e inspectores, tanto de fábricas
privadas como estatales.
Toda la información que concierne a cada pieza está ubicada en sus muñones.
Detallo la información que obra en una de las piezas investigada: Mes de
fabricación: 10 Número de control: 701 Nombre de la
fabrica: CARRON Año de fabricación: 1775 todo ello ubicado en el muñón
izquierdo de la pieza en cuestion. En su muñón derecho podemos observar el nº
de la pieza: N 1010 y su calibre: C 24. Otra de ellas está fabricada en Agosto de 1774 lleva como
número de control el 189 y està perfectamente firmada: CARRON – Está numerada:
N 507 y su calibre es de C 24.
Según los datos
anteriores se podría estimar una producción de 503 piezas de artillería de a 24
libras durante un período de 14 meses de fabricación, desde Agosto de 1774
hasta Octubre de 1775, de un total de 1057 piezas de dicho calibre aceptadas
por nuestra Armada.
Mi investigación
confirma perfectamente las fechas de fabricación de los cañones que cuadran
perfectamente con los informes consultados ya que las fechas de fabricación y
entrega de cañones se efectuó desde Julio de 1773 que se firmó el contrato
hasta Mayo de 1778, fecha ésta que llegó al puerto de El Ferrol la última
remesa.
5 - Piezas de artillería para marina y baluarte
Los calibres utilizados en nuestros baluartes eran los mismos que utilizaba la Real Armada, de a 6, de a 8, de a 12, de a 18, de a 24 (éste calibre era el más utilizado) y de a 36 libras.
6 - Municiones[3]/[4]/[5]/[6]
Bala de fundición para cañón (época napoleónica)
Bala instalada en su salero o pieza de madera, conjunto preparado para ser atado al saquito con la carga de pólvora
El cartucho preparado: bala debidamente atada al salero unida al saquito que contiene la carga de pólvora - el conjunto es exactamente igual al utilizado en la época napoleónica, la fotografía es de un proyectil americano de la Guerra de Ceseción (1860-1864) observad la espoleta instalada en la bala (este dispositivo no existía en la época napoleónica), se trata de una bala rompedora, va llena de carga y metralla.
Bala instalada en su salero o pieza de madera, conjunto preparado para ser atado al saquito con la carga de pólvora
El cartucho preparado: bala debidamente atada al salero unida al saquito que contiene la carga de pólvora - el conjunto es exactamente igual al utilizado en la época napoleónica, la fotografía es de un proyectil americano de la Guerra de Ceseción (1860-1864) observad la espoleta instalada en la bala (este dispositivo no existía en la época napoleónica), se trata de una bala rompedora, va llena de carga y metralla.
Durante al segunda mitad del Siglo XVIII es construida la Real Fundición de
San Sebastián de la Muga, en la Provincia de Gerona, destinada a la fabricación
de munición para artillería con el fin de suministrar proyectiles de hierro
fundido a la marina y para el uso de defensa de ciudades y Plazas Fuertes. La
Fundición sería destruida por las tropas francesas del General Augereau el día
23 de Agosto de 1794.
Hacia 1790 la producción de munición artillera nacional (balas para
cañones, bombas para morteros y granadas para obuses) se realizaba
fundamentalmente en el complejo fabril de Eugi y Orbaiceta en Navarra.
La Fundición de Sargadelos en Galicia también se convertiria en Fábrica de
municiones para artillería desde 1794 a 1808.
La Fábrica Nacional de Armas de Trubia en Asturias también suministraría
municiones para artillería entre otros.
En Liérganes y La Cavada también se fabricaban municiones.
En Liérganes y La Cavada también se fabricaban municiones.
7 – Pólvora negra y Mechas y Mecheros
Carbón, Azufre y Nitrato de Potásio son los componentes para la elaboración de la pólvora negra. Su composición más popular alberga un 75% de Nitrato de Potasio, un 15% de Carbono y un 10% de Azufre.
Era elaborada en Molinos, formando conjuntos de producción cuya propiedad y control recaía directamente a manos de la Monarquía como Reales Fábricas de Pólvora.
El núcleo más importante se hallaba en Villafeliche (Zaragoza), conjunto formado por 165 molinos polvoreros ascendiendo en número hasta los 200 en el año 1800.
Estos molinos utilizaban como fuerza motriz las aguas del río Jiloca, eran de pequeño tamaño, no pasaban de los 20/25 metros cuadrados y eran de una sola planta.
Para realizar un buen disparo de artillería, cada pieza necesitaba ser cargada con una cantidad de pólvora que rondara los 2/3 del peso de la bala.
Tomando como referencia uno de nuestros cañones de a 24 libras, unos 11 Kilogramos de peso por bala, utilizaríamos 7,3 kilogramos de pólvora por disparo.
Las mechas utilizadas en esa época estaban fabricadas bien en cáñamo, bien en lino siendo éstas últimas de mejor calidad que las elaboradas en cáñamo.
La mecha dió paso al mechero, éste probado con éxito en combates navales, aun que la llegada del mechero a los baluartes fué posterior a la época que nos ocupa.
Carbón, Azufre y Nitrato de Potásio son los componentes para la elaboración de la pólvora negra. Su composición más popular alberga un 75% de Nitrato de Potasio, un 15% de Carbono y un 10% de Azufre.
Era elaborada en Molinos, formando conjuntos de producción cuya propiedad y control recaía directamente a manos de la Monarquía como Reales Fábricas de Pólvora.
Alzado de un Molino de Pólvora (Reales Fábricas de Villafeliche) - Siglo XVIII
El núcleo más importante se hallaba en Villafeliche (Zaragoza), conjunto formado por 165 molinos polvoreros ascendiendo en número hasta los 200 en el año 1800.
Estos molinos utilizaban como fuerza motriz las aguas del río Jiloca, eran de pequeño tamaño, no pasaban de los 20/25 metros cuadrados y eran de una sola planta.
Disparo de un cañón de a 48 S-XVIII (Fotografía de Beatriz Madrazo - La Cavada)
Cañón de marina. Se diferencia de los de Baluarte unicamente por la anilla ubocada en el cascabel
La cureña es la utilizada en la época "a la inglesa"
Para realizar un buen disparo de artillería, cada pieza necesitaba ser cargada con una cantidad de pólvora que rondara los 2/3 del peso de la bala.
Tomando como referencia uno de nuestros cañones de a 24 libras, unos 11 Kilogramos de peso por bala, utilizaríamos 7,3 kilogramos de pólvora por disparo.
Las mechas utilizadas en esa época estaban fabricadas bien en cáñamo, bien en lino siendo éstas últimas de mejor calidad que las elaboradas en cáñamo.
Mechero para cañón de marina o baluarte - 1813 (Colección particular)
La mecha dió paso al mechero, éste probado con éxito en combates navales, aun que la llegada del mechero a los baluartes fué posterior a la época que nos ocupa.
8 - Cureñas para artillería de baluarte
Otra de nuestras piezas de a 24 libras ubicada en su tronera - Observad su cureña, inglesa según reglamento de la época perfectamente confeccionada a escala en la década de los '60
Plano de cureña inglesa reglamentaria en España según Tratado de Artillería de 1773
Consultado el
Tratado de Artillería para el uso de los caballeros Guardia-Marinas, fechado en
1773[7],
éste nos habla sobre la cureña a la española, por lo visto obsoleta en ese año
ya que en su apartado nº 284 dice: de las
Cureñas Inglesas, de que actualmente usamos: advirtiendo que estas proporciones
son las mismas que se hallan en el actual Tratado de Artillería de nuestras
Brigadas, á excepción de alguna dimensión, que tiene alguna corta diferencia
respecto de las que esta-blecen en dicho Tratado. (es copia literal)
El punto nº 285 del mencionado tratado dice así: Las
Cureñas que actualmente se fabrican en la Marina, son á la Inglesa. Forman
también escaletas, con las Españolas; pero se distinguen de estas en que no
tienen solera, y la anchura del exe trasero suple la falta de contera o cola de
pato. La colocación del teleron en estas Cureñas es oblicua, á distinción de
las Españolas, en que es perpendicular. Las gualderas de las inglesas no tienen
gruesas, sino una o dos argollas cada una para los bragueros, y su canto
inferior no es recto, como en las Españolas, sino que forma curvidad entre los
dos exes. Tienen de firme las sobremuñoneras con sus charneras, y por esta
razón solamente los pernos capuchinos penetrantes al exe delantero, asi como
los dos de ojo penetran también al exe trasero. Unos y otros se enchavetan por
la parte inferior. Las llaves ó pernos de atraviesa son dos, como en las
Cureñas Españolas, una de ellas pasa por el telerón, y en la otra descansa la
banqueta, que suple la falta de solera. En lugar de los estrobos que tienen las
Cureñas Españolas en la cola de pato, para enganchar en ellos los palanquines
con que se hace retroceder la Cureñas, tienen, las Inglesas un perno de ojo en
medio del plano exterior del exe trasero. Las figuras 89,90, y 91 (Lam. V)
representan el plano y perfiles interior y exterior de estas cureñas; pero se
harán mas comprensibles con la explicación particular de cada una de las piezas
de que se componen, y señalando las proporciones que deben guardar en partes
del calibre de la Pieza, para que deba servir la Cureña. (es copia literal)
Grupo de cañones formando batería en las murallas de nuestra Tarragona, todos de Carron y de a 24 libras
Bien, como el
propio documento dice, en 1773 las cureñas utilizadas son copia de las
inglesas. Según el estudio que realicé a las piezas de artillería ubicadas hoy
en nuestras murallas éstas, datan de los años de 1774/79 lo que evidencia el
uso de las cureñas a la inglesa.
A raíz de los
documentos consultados, decidí hacer una nueva visita a nuestras murallas, para
verificar in-situ el tipo de cureña que según mi información y según planos
facilitados en los años ´60 por el Museo del Ejército de Madrid se construyeron
en nuestra Ciudad para reinstalar las piezas de artillería recuperadas del
Puerto a las troneras de nuestras murallas y efectivamente son una fiel
reproducción de la cureña inglesa descrita en el Artículo II, punto nº 283
relativos al Tratado de artillería para el uso de los caballeros
Guardia-Marinas de 1773. Eran confeccionadas con madera de roble, de encina o
de álamo.
9 - Reutilización
Algunas poblaciones españolas costeras aún conservan alguno de esos cañones que fueron reutilizados en sus puertos
Con la llegada de
nuevos sistemas de artillería, estas piezas quedaron obsoletas.
Las piezas
procedentes de Plazas Fuertes no marítimas fueron trasladadas a Madrid, hoy
guardadas en los almacenes del Museo del Ejército, las que defendieron Plazas
Fuertes marítimas no tuvieron tanta suerte, reutilizándose como noray o
bolardo, enterrándolas
en sus dos
tercios utilizando el tercero como amarre para buques, de ahí su estado
deplorable, pero a la vez histórico.
En otras Ciudades
costeras como por ejemplo Cádiz, podemos ver cañones en las esquinas de las
calles con el objeto de preservar éstas del roce de los carruajes de la época,
también podemos ver algunos cañones medio enterrados con el fin de cerrar
calles al paso de carruajes.
Ello hace muy
dificial la labor de identificación de cada una de las piezas desenterradas, la
corrosión y el óxido las hace prácticamente ilegibles.
Muchas de ellas
están inutilizadas de época, con el objeto de que no pudieran ser reutilizadas
anteriormente a otorgarles su nuevo cometido en el Puerto de nuestra Ciudad. Su
inutilización era practicada mediante el clavado de su chimenea, clavando en
ella un largo clavo normalmente de bronce aunque también podía ser de hierro,
aparte algunas de ellas tienen uno de sus dos muñones cortado lo que impedía su
correcta fijación a la muñonera de la gualdera, desestabilizando la pieza para no
poder abrir fuego.
Otro ejemplo de cañón-noray que todavía se conserva en una ciudad costera española
10 - Cesiones
Este trabajo lo cedí gratuitamente a la Autoridad Portuaria de Tarragona y al Ajuntament de Tarragona (Patrimoni Históric), Estamentos de nuestra Ciudad que conservan nuestros cañones y que me facilitaron el acceso a nuestros "viejos tubos" para poder realizar el presente Estudio.
Artículo nº 0002 - Enero 2015
[1] Francesc Pintado i Simó-Monnè – Estudio sobre cañones de baluarte de
Tarragona – pp. 4.
[2] Juan Torrejón Chaves (Profesor Titular de la Universidad de Cádiz) –
La Artillería en la Marina española del Siglo XVIII – pp. 314, 315, 316, 317 y
318.
[3] Marià Baig i Aleu – L’impacte de la Reial Foneria de Sant Sebastià de
la Muga sobre els boscos empordanesos a finals del segle XVIII
[4] Ana Carmen Sánchez Delgado – La Real Fábrica de Orbaiceta (Navarre).
Arqueología Industrial y Campos de Trabajo, 1986-1991
[5] Joám Carmona Badía - Sargadelos
en la historia de la siderurgia española
[6] Covadonga Alvarez Quintana – Nacimiento y evolución de la casa de
empresa en la Fábrica Nacional de Armas de Trubia (1794-1936)
[7] F.J. Rovira – Tratado de artillería para el uso de los caballeros
Guardia-Marinas 1773.
(8) Ramón Gago - Seymur H. Mauskopf - La producción de pólvora en la España de finales del siglo XVIII
(9) Museo de la Real Fábrica de cañones de La Cavada
(10) José Manuel Sanjurjo Jul - La artillería naval en el siglo XVIII y en la Batalla de Trafalgar
(8) Ramón Gago - Seymur H. Mauskopf - La producción de pólvora en la España de finales del siglo XVIII
(9) Museo de la Real Fábrica de cañones de La Cavada
(10) José Manuel Sanjurjo Jul - La artillería naval en el siglo XVIII y en la Batalla de Trafalgar